Amanece
el escenario
Curioso
es verla: joven, apuesta
pero
un clamor oculto en su mirada
Seria,
serena. De cariños secos
más
una mente sin reflejos
No.
No delatan esas manos
No
delatan la omnipotencia
aquellos
ojos anestesiados
con
la mecánica de esos brazos
Mas
no sé. Confunde
Podría
caer en la mentira
No
me fío de aquellos ojos
que
no saben lo que quieren
Los
cuencos de la noche parda
suscitan
su saciedad quejumbrosa
Oyes
su respirar; tosco y percutido
Tales
ágiles manos dando cuerda a
tan
esplendoroso instrumento
Cada
estrépito burla mis sentidos
Cada
grave-agudo fortalece
Tu
loca ímpetu me mata
y
me revive
Cada
golpe da la fuerza de bravía
Cada
roce apacigua en notas finas
Veo
tu cabello fundirse con tus cuerdas
como
si en realidad te estuvieras peinando
y
yo fuera un pervertido a la puerta
Cada
octava abre ocho puertas de tu ser
Mujer,
lo admito. Caigo rendido
Le
das sentido a las sombras
porque
luces esplendorosa
ante
la esfera Aura-luna
Escribes
la música
de
la misma manera
que
yo escribo esta poesía
Ante
estos maizales: espejismos, hermanos míos
yo
te veo, y tú no ves, como yaces de luto
tocando
mi sarcófago. ¡Eres la pianista!
¡Joven
vieja de los frutos del talento!
¡Resucitas
mi manía! dando vuelta a la nostalgia
La
noche es mi ataúd
Tus
ojos las fronteras
La
pianista es un susurro
muerto
en un mar de estrellas
Hundido
hasta el inhóspito
Leo
tu mensaje sin letra
Eres
la pianista
La
que toca mi sarcófago
Y
besa el alma de mi pecho
Centro
de todas las cruces
Pasaje amable a tu
templo
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